Barrio de Chimalistac
Ubicada en la alcaldía Álvaro Obregón la historia de la colonia Chimalistac se remonta desde la época prehispánica. Cuando investigo sobre cualquier cosa me gusta comenzar por la propia etimología de la palabra que nombra a dicha cosa, en este caso Chimalistac proviene del náhuatl: Chimalli (escudo) iztac (blancura). De acuerdo con la placa ubicada en la esquina de la calle San Sebastián, una parte de la indumentaria utilizada por Huitzilopóchtli (Dios del sol y de la guerra) para defender a su madre Coatlicue, era un escudo blanco que cayó en este sitio durante su lucha contra Copil.
En este lugar se fabricaban rodelas (una suerte de escudos) de madera entretejidas con algodón grueso con cubiertas de pluma, laminillas de oro o de concha de tortuga. Para este recorrido nos adentramos desde la calle Paseo del Río, cuya entrada la podemos encontrar sobre la Avenida Miguel Ángel de Quevedo, a un lado de la librería Ghandi.
Sobre esta calle murmura el nostálgico rumor del río Magdalena, los únicos testigos sobrevivientes son los puentes que edificaron los Carmelitas en el siglo XVII.
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| Puente de Panzacola por José María Velasco, 1861. |
Callejón de Cumaná
En lo que fuera el paraje de Cumaná, en la Huerta de Chimalistac, corría por este sitio una pequeña zanja que fungía como “apantle”, el cual surtía de agua y humedad constante los alrededores, sobre y por dentro del terreno fértil. Formaban un bello jardín, en donde destacaban las flores que como cascada de pétalos frescos y perfumados caían.
Calle Vizcaíno
Lugar del Vizcaíno en atención al pueblo Carmelita Fray Manuel de la Asunción, natural de Vizcaya, España. En un episodio se narra que viajaba a Oaxaca, y al cruzar el río, la fuerza del agua lo arrastró hasta con caballo. Nadie pudo ayudarlo, su acompañante sólo le envío la última bendición en perdón de sus culpas. Se perdió entre remolinos y turbias aguas. De repente apareció un indito que llamó a su padre:
“Señor padre mío, el río se lleva a nuestro fraile, vea su merced si lo puede salvar”. El indio corrió hasta alcanzarlo, una vez fuera optaron por “el peor remedio que la enfermedad misma”, colgar al ahogado por los pies para arrojar agua. De repente y antes de iniciar se puso en pie y dijo: “No me cuelguen de los pies, ya que es horrible, no he tragado ninguna agua y sigamos nuestro camino que es tarde”.
"La gente creyó que había resucitado".
Es bastante interesante que entre las calles encontremos pequeñas historias, anécdotas, leyendas y cuentos, los cuales hacen que los lugares adquieran un velo de misticismo y magia, que es lo que al final de cuentas los hace ser especiales. En esta pequeña parte de la Ciudad de México conviven la tradición y la modernidad, la naturaleza y la urbanidad en su más pura expresión. Caminar por aquí nos hace enfrentarnos con nosotros mismos, con nuestra historia y todas las repercusiones, buenas o malas, que de ésta surgieron para con el presente. Chimalistac nos rememora la vida de las culturas originarias colindando con San Ángel, lo que fuera originalmente el pueblo de Tenanitla, y de Coyoacán, dos pueblos que se encontraban subordinados por los aztecas o mexicas en la época prehispánica.
Acueductos desde el museo de El Carmen
Las calles
Capilla de San Sebastián Mártir
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